31 mayo 2010

Desesperado...

Porque te busco y no te encuentro.
Sí, ya sé, estás en el pasillo, pero no te encuentro. Al verme has huido, te escapas con una sonrisa. Las tareas y las amigas son tus cómplices.
Porque antes tú también me buscabas o me esperabas o qué casualidad, yo también voy por ahí. No estoy muy seguro, pero sé que te alegrabas al verme.
La única forma de verte de nuevo, no simplemente saludarte, es que tú también quieras verme. Y así compartir nuestra soledad.
Como antes, como nunca.

Extraño

Aunque no lo creas, hoy te extraño.

Si no te hubieras ido
aún tendría amiga
y aún te tendría a ti.

Aún tendría el mp3
y tendría alegría también.

Aún tendría sentido escribir,
aún tendría sentido seguir.

Aunque no lo creas, no te estoy culpando.

27 mayo 2010

Un hecho conmovedor

Algo parece estar funcionando mal en mi mente. Al menos desde el punto de vista humanista.

Siempre al levantarme en las mañanas enciendo el televisor para ver las noticias. Espero informarme de algo importante, novedoso, que sea interesante. Pero siempre encuentro lo mismo: una maratón de accidentes de tránsito, asaltos, homicidios y cosas así. Un espectáculo sangriento y morboso que ya no me conmueve. Todo ese horror, ese sufrimiento se ha convertido en algo normal. Se ha banalizado por los noticieros sensacionalistas (que son un monopolio en nuestro país). 
Sin embargo, hace algunas semanas, en uno de esos programas, pasaron la noticia de un incendio en el Callao en el que la única victima fatal fue la mascota de la casa, un perro. Las imágenes que mostraron fueron dramáticas: los vecinos rescatando al animal de la construcción en llamas, luego los intentos de mantenerlo con vida (echándole agua constantemente, lavándole las quemaduras, etc.), su fallecimiento entre aullidos dolorosos y finalmente el llanto de los dueños del perro. Fue desgarrador, lo fue para mí.

¿Cómo es posible que la muerte de decenas de personas me sea indiferente mientras que la muerte de un perro me entristeció por un buen rato? Algo está mal.
Tengo una mascota y creo que eso me ha hecho bastante sensible al dolor de los animales, pero esto no justifica mi indiferencia al dolor humano. Deberían importarme ambos.
¿He perdido la fe en la humanidad, estoy decepcionado de nuestra especie? No, no lo estoy. No del todo. Pese a estar consciente de lo terrible que es el ser humano, aún creo que hay esperanza para nosotros. Conozco a varias personas valiosas que impiden que mi pensamiento caiga en la tendencia natural de la misantropía.

Además, pensándolo bien, estoy seguro que estos hechos violentos sí me causarían un gran impacto si los presenciara. Entonces el problema está en los medios, porque hacen distante y ajena esa violencia, al mostrarla de forma desmesurada.

Ese es mi respuesta.... por ahora.     

20 mayo 2010

Rose y su resignación

Marco Martos dice que lo característico de la poesía de Juan Gonzalo Rose es la ternura. No se equivoca, poemas como Exacta dimensión o Marisel son la mejor prueba. Sin embargo, la amargura y el pesimismo se apoderaron del poeta, como lo muestra una entrevista de Hildedrant en 1980*: 
¿Alguna vez ha sido feliz, Juan Gonzalo?
—No. No he conocido la verdadera felicidad.
¿No la buscó?
—Todos la buscamos. No he tenido la oportunidad de encontrarla.
¿Cómo la hubiera encontrado?
—En compañía de alguien que me entendiera.
¿Nunca llegó ese alguien?
—No.
Nunca llegó. Pese a llevar una vida bohemia y ganarse el afecto de muchas personas (como César Lévano, Chabuca Granda, Doris Gibson, Tania Libertad, entre muchos otros), Juan Gonzalo terminó su vida como más lo temía, en soledad. 

Lo que me parece más desgarrador de esta entrevista es lo que dice al final:
Me pregunto si usted sería tan triste si no hubiera conocido el exilio y la soledad. Es decir, me pregunto si su vida afectiva podría haber sido otra de no mediar algunas circunstancias...
—Indudablemente hay circunstancias que influyen mucho y aquella del exilio, es cierto, fue importante para mí. Pero yo creo, más bien, que en la semilla, que en el espíritu, está la derrota esperando. Las circunstancias trabajan sobre arcilla ya hecha, ya cuajada. En esa arcilla ya estaba escrita la derrota... Yo nací para ser derrotado. En mis encierros me he preguntado muchas veces por qué, pero la verdad es que no he podido nunca encontrar una respuesta...
Pese a su talento como escritor, siempre se consideró un fracasado. Lamentablemente, hoy, lo siguen despreciando.

Lo peor es que su resignación a la desesperanza me resulta contagiosa.

*Cambio de palabras. Tierra Nueva Editores, Lima 2008.

05 mayo 2010

Chicle de chocolate

(Esta no es una crítica a las discusiones intrascendentes y superfluas que caracterizan al postmodernismo. Es todo lo contrario, es una práctica orgullosa de lo mencionado en el título).

Una vez alguien me comentó una interrogante que atormentaba su vida: "¿Por qué no existe un chicle sabor a chocolate?". Siendo tan apreciado el chocolate, no podíamos explicarnos su ausencia en la infinita variedad de sabores de la industria de las gomas de mascar. Ninguna hipótesis nos convencía. Pregunté a otras personas y nadie pudo darme una respuesta convincente.

Pero, ¡oh, qué tontos! No habiamos consultado al sacrosanto Google, y resulta que sí existe. Hasta ahora he identificado dos marcas: Bubble Yum, de Hershey's y Bubbaloo Choco. Lamentablemente todavía no llegan al Perú.

Solo queda esperar.

04 mayo 2010

Kundera y la compasión

Para Milan Kundera, la compasión es un sentimiento ambivalente. Puede ser algo positivo o negativo, según la familia lingüística a la que pertenezcas.

En La insoportable levedad del ser nos dice que en los idiomas derivados del latín, la palabra compasión proviene de passio, que significa 'padecimiento'. Por eso, se siente compasión  cuando "participamos de los sentimientos de aquel que sufre". Es decir, tratamos de entender el dolor ajeno mostrando cierta indulgencia. Sin embargo, esta compasión no guarda relación con el amor. Porque "querer a alguien por compasión significa no quererlo de verdad". Entonces en nuestra lengua (y en nuestra cultura) este sentimiento adquiere un sentido negativo.

En cambio, en otros idiomas la compasión se origina de la raíz 'sentimiento' (sou-cit en checo; Mit-gefühl en alemán; med-känsla en sueco). Esto hace que tener compasión de alguien signifique compartir no solo su desgracia, sino sentir con esa persona cualquier otro sentimiento: alegría, angustia, felicidad, etc. Esto hace que compadecer a alguien sea lo más elevado, la mejor manera de querer. Ya que te identificas de tal forma, que llegas a sentir lo mismo que esa persona.