09 octubre 2010

No olviden a Zavalita

(tampoco olviden a Ambrosio)

Seguramente que tras la justa premiación a Mario Vargas Llosa con el Nobel de Literatura, la gente ya está comentando sobre su obra, y por supuesto, deben estar discutiendo cuál fue su mejor libro. Entre muchos títulos aparecerá Conversación en La Catedral (1969). Al mencionar ese libro lo primero que viene a la mente de todos es su famosa frase: «¿En qué momento se había jodido el Perú?», que es la frase trascendental del libro.

Pero este espacio es para aquellas cosas olvidables y dignas de recordar al mismo tiempo: las banalidades. Y no hay nada más banal (y vital) que el amor. Por eso es mejor recordar este pasaje, que es el momento en que se jodió Zavalita:


"(Aída): Y no hemos vuelto a estar juntos, y nada ha sido ya como antes.
-No me enojé, todo sigue como antes -dijo Santiago-. Sólo que me di cuenta que Jacobo quería estar a solas contigo y que yo sobraba. Pero seguimos igual de amigos que antes.

Era otro el que hablaba, piensa, no tú. La voz un poco más firme ahora, más natural,
Zavalita: no era él, no podía ser él. Comprendía, explicaba, aconsejaba desde una altura
neutral y pensaba no soy yo. Él era algo chiquito y maltratado, algo que se encogía bajo
esa voz, algo que se escabullía y corría y huía. No era orgullo, ni despecho, ni
humillación, piensa, no eran ni siquiera celos. Piensa: era timidez [...]

-Ya sé que es buen muchacho -dijo Aída-. Pero no sé si estoy enamorada de él.
-Sí estás, también me he dado cuenta -dijo Santiago-. Y no sólo yo, todos los del círculo. Deberías aceptarlo, Aída.
Insistías Zavalita, era un gran muchacho, porfiabas Zavalita, Aída estaba enamorada de él, exigías, se llevarían muy bien y repetías y volvías y ella escuchaba muda en la puerta de su casa, los brazos cruzados, ¿calculando la estupidez de Santiago?, la cabeza inclinada, ¿midiendo la cobardía de Santiago?, los pies juntos. ¿Quería de veras un consejo, piensa, sabía que estabas enamorado de ella y quería saber si te atreverías a decírselo? Qué habría dicho si yo, piensa, qué habría yo si ella. Piensa: ay, Zavalita".


Y el otro momento memorable también es lúgubre y deprimente. Cuando Ambrosio vuelve a su Chincha natal. :

"Se había acordado de algo que le dijo Trifulcio esa noche, la víspera de su partida a Lima, cuando caminaban a oscuras: estoy en Chincha y siento que no estoy, reconozco todo y no reconozco nada. Ahora entendía lo que había querido decirle. [...]

¿Y cuando se acabara la rabia se acabaría tu trabajo en la perrera, Ambrosio? Sí, niño. ¿Y qué
haría?
Lo que había estado haciendo antes de que el administrador lo hiciera llamar con el Pancras y le dijera okey, échanos una mano por unos días aunque sea sin papeles. Trabajaría aquí, allá, a lo mejor dentro de un tiempo había otra epidemia de rabia y lo llamarían de nuevo, y después aquí, allá, y después, bueno, después ya se moriría ¿no niño?"

Ha caído la dictadura de Odría, pero la vida sigue igual para la gente: monótona, triste y desesperanzada.