Iba a ser un viaje difícil, yo y mi camarada nos preparábamos para una misión de vida o muerte. Necesitaba ponerle un fin simbólico a la guerra inútil contra el desamor de la Hechicera.
Misión de vida porque buscaba salvar al menos un recuerdo; de muerte, porque destruiría mi dignidad.
Sentía necesario devolverle el tesoro nocturno del que nacieron sus encantos, ese disco negro que sonaba en mi mente. Para así librarme de su hechizo.
Y decidido ya, le pedí consejo a la Diosa acerca de la misión. Ella, tan hermosa y tan sabia, me dijo sin miramientos: "Eso sería rebajarte demasiado". La misión no tenía sentido. Yo le creo a la Diosa, cómo no creerle.
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