Días nebulosos: pocas horas de descanso en casa y mucho sueño en las clases. Largas esperas en el comedor y trabajos hechos a última hora. Así quién no termina estresado.
Y también días luminosos: momentos agradables pese al sol, y sol a pesar de los recuerdos. Tu sonrisa brilla en mi esperanza y el reflejo de tus ojos me dicen que tal vez sea hora de arriesgar. Así quién no termina soñando de nuevo.
Intentas sonreir y no puedes. Lo tratas, lo haces, pero nada: te sientes igual que hace antes. Cierras los ojos; imaginas aquella sonrisa; sonríes.
ResponderBorrarOtra vez comenta "Anónimo". Parece que es el único que lee el blog.
ResponderBorrarNo, Salvador, hoy yo me animé a hacerlo también.
ResponderBorrarQuizá no regrese a hacerlo, pero eso es otra cosa...
Y si estos especulares ojos que comentas no nacen tanto de la imaginación, sino de esa breve historia personal tuya que a veces me intereso en saber, deberías arriegar de vez en cuando, sé que no lo haces muy seguido o casi nunca, pero tal vez esos sueños, proyecciones de deseos reprimidos, al hacerse continuos y alejarte más que acercarte a lo deseado, sean tu pesadilla...