La única lógica que se repite
siempre en el funcionamiento del mundo es lo absurdo. Por eso los seguidores de
Hugo Chávez han decidido embalsamarlo. Sí, en pleno siglo XXI. Como a Lenin,
como a Mao, como a tanto político con síndrome de mesías.
¿No es también absurdo que
izquierdistas promuevan embalsamientos?
¿No es el culto a la personalidad el sustituto de la religión, ese opio
del pueblo que tanto deploran? ¡Ah, la izquierda y sus contradicciones!
¡Muerte al capitalismo! |
Todos sabemos lo histriónico que
era el ex presidente de Venezuela, un poco lenguaraz y hasta divertido cuando
rajaba de los Estados Unidos. Como cuando llamó “Mr. Danger” a George W. Bush,
o cuando se peleó con el rey de España. Nunca estaba tranquilo si no salía en
televisión, le gustaba ser el número principal del espectáculo de la política.
Sin duda era un megalómano, pero nunca se anticipó que tuviera vocación de
momia.
Él nunca lo pidió, es una
iniciativa de los chavistas en el poder. Para no perder las próximas elecciones
y para coger un poquito del cariño que muchos venezolanos le tienen a Chávez. Sienten
que sin la imagen del líder se desmorona la revolución. Si en realidad honraran
su memoria deberían enterrarlo o incinerarlo para dejarlo descansar en paz. Pero
no, como todos los políticos, los chavistas usan inescrupulosamente a las
personas. Y es más fácil usar un cadáver.
¿Qué necesidad hay de
embalsamarlo? ¿Por qué se actúa ridículamente? Chávez no se hará más importante
al convertirse en una momia. Chávez pasará a la historia por ser el principal
impulsor del “Socialismo del siglo XXI”. Unos lo van a recordar por enfrentarse
a la política imperialista de los Estados Unidos y otros por ser un dictador
populista que aplicó mecanismos de represión un tanto sutiles. Los gringos por
ser ese loco que los insultaba a voz en cuello pero que les vendía petróleo en
silencio.
Quizá desde afuera vean a este espectáculo del embalsamiento como un hecho folclórico propio de nuestra región. Desde adentro es en realidad algo deprimente, porque es una muestra de que en Latinoamérica no podemos construir instituciones o partidos políticos que sobrevivan a sus fundadores. No podemos construir un socialismo sin caudillos y por eso tenemos que reconstruirlo cada vez que fallece el jefe. Esta es nuestra tragedia.